Por: Omar Cuello Romero
La tradición de un pueblo es difícil de opacar, ni mucho menos anular del colectivo imaginario de su gente porque encarna la sabiduría popular de tiempos milenarios que se convierte en el patrimonio intangible de una comunidad.
Las fiestas patronales y festivales que por estos días se realizan en Colombia con ocasión del fin de año e inicio del nuevo calendario, hacen parte de la memoria de nuestros ancestros, en este caso la raizal aborigen, la española y africana, como herencia clara de la riqueza humana y cultural de la colectividad.
En el departamento de Sucre, se encuentra anclado en las sabanas un municipio, muy reconocido en la historia colombiana por sus aportes económicos, sociales y culturales. Esa pequeña ciudad se llama San Pedro Sucre, una tierra de progreso y prosperidad, plagada de historia y cultura, poblada por gente buena y trabajadora.
Es bueno resaltar que por esas tierras anduvo y se refugió a comienzos del siglo XX, EL General liberal Rafael Uribe Uribe, en plena guerra de los Mil Días. Todavía se mantiene la memoria viva de una casa donde ese héroe se escondió tras su lucha contra las huestes gobiernistas conservadoras.
Hoy San Pedro, Sucre, celebra con alborozo su tradicional fiesta, enmarcada en las corridas de toros en corraleja que, tras la lamentable tragedia de hace cuatro décadas, se convierte en el reemplazo de la celebración brava de la capital Sincelejo.
Desde la semana anterior San Pedro o llamada tradicionalmente «Ciudad blanca», vive su cultura con eventos de toda índole social, como manera de reivindicar el tiempo, luego de la pandemia del Covid 19, que mucha tristeza generó en nuestra sociedad.
Si bien hay contradictores a la realización de las fiestas en corraleja, no menos cierto es que estos espacios de divertimento «salvaje» se constituyen en el elixir para combatir la tristeza y abrir con optimismo un nuevo año. Que vivan las fiestas populares de la ciudad de San Pedro, Sucre.
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