Después de la tempestad viene la calma, suele decirse en el argot popular, en este caso luego de transcurrir de manera relativamente normal los comicios del pasado 19 de junio para elegir el nuevo presidente de la República de los colombianos, en donde resultó ganador el líder de izquierda Guastavo Petro Urrego.
En política, siempre se ha sostenido de manera matemática, que dos más dos no son cuatro. Pues bien, lo que acaba de suceder en Magangué frente a los resultados de las elecciones presidenciales ha tenido toda suerte de comentarios acomodados y, casi que osados de parte de algunos dirigentes cívicos y políticos sobre lo que se vendría el próximo año 2023 en los comicios locales y regionales, donde ya han salido a la palestra unos dieciséis nombres aspirantes a la alcaldía.
En lo que tiene que ver con el caso específico de Magangué, resulta que hace cuatro años el resultado electoral de Presidencia fue de casisetenta mil votos, mientras que en este 2022 fue de cincuenta mil votos, de los cuales treinta y siete mil fueron para Petro.
Con ese inventario muchos alegres compadres de la política local de los llamados alternativos, están calculando a su manera alguna aspiración a la alcaldía de Magangué, adjudicándose con camándulas ajenas cierto potencial, sin pensar por qué esta vez el pueblo sin ninguna presión ni ataduras, se volcó y decidió por Gustavo Petro.
Dicho así, se desconoce que la clase política tradicional no influyó en la decisión popular.
Es muy distinto un debate electoral presidencial, en el cual la gente sale a votar sin ninguna compensación económica o estímulos nonessantos, que unas elecciones locales y regionales en donde se mueven muchos intereses. Esperemos que el tiempo decante toda esa agitación efímera de emociones humanas.
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