Del 1 al 3 de agosto, Cartagena fue epicentro del Foro Económico de Mujeres (WEF por sus siglas en inglés), en donde más de 800 personas de 12 países se reunieron para compartir experiencias de enfoque de género y contribuir a la construcción de una sociedad más inclusiva, segura y sostenible para todos.
En ese espacio de igualdad confluyeron cientos de muestras de las marcas más reconocidas del mundo e iniciativas de mujeres emprendedoras, como Viviana y Elis, quienes en un pequeño cubículo exhibieron su colección de mochilas, sombreros de colores y trajes de bajo tejidos a mano.
Estas dos mujeres, oriundas de San Jacinto, tienen tanto en común que cuesta creer que solo se conocen hace poco más de dos años. El mismo tiempo que llevan tejiendo productos para brindar un futuro nuevo y mejor a sus familias.
Y es que el amor por la familia ha resultado ser su mayor inspiración y motivación. “Lo más lindo de la vida es ser mamá, nuestros hijos han sido nuestra motivación para hacer las cosas bien, queremos que vivan mejores cosas que nosotras y salgan adelante”, refiere Viviana mientras carga a Héctor, el menor de sus tres hijos, con quien tuvo que salir de madrugada para llegar a tiempo al evento en busca de nuevas oportunidades.
Para Viviana y Elis no todo fue favorable como ahora. En medio del colorido de sus productos, estas dos mujeres relatan algunas de las situaciones por las que han tenido que pasar. Dejando al pequeño Héctor en brazos de su hermana menor y las agujas con las que tejía un vestido de baño, Viviana se transportó 20 años atrás. En ese entonces, sus manos no se dedicaban a hilar coloridos trazados, sino a cargar fusiles.
Contó que tenía 12 años cuando se unió voluntariamente a las filas de las Farc en los Montes de María, siguiendo el ejemplo de uno de sus nueve hermanos, quien ya hacía parte del grupo insurgente.
“Uno de niños es vulnerable y en ese entonces la situación económica no era buena. Todo lo que veíamos era a la gente armada de diferentes grupos. Luego uno de mis hermanos ingresó primero. Yo ingresé cuando tenía 12 años. Mis padres fueron a buscarme dos veces, pero me gustó tanto que les dije que no. Un comandante me dijo que me fuera porque yo era una niña, y así lo hice, pero en el camino me devolví”, recuerda Viviana.
Seis años, es decir, toda su juventud, pasó entre combates con el Ejército Nacional y los paramilitares, hasta que un día, ya con 17 años, fue capturada. Recuerda que en ese momento sintió temor. Y cómo no, la muerte literalmente “le respiró en la nuca”, pero para su fortuna solo fue condenada por rebelión.
“Iba a cumplir 18 años cuando me capturaron, en ese momento pensé de todo, que me iban matar o a desaparecer, pero finalmente me capturaron en combate y pasé cuatro años en la cárcel”, explicó.
Esos cuatro años transcurrieron una parte en cárcel de mujeres de Sincelejo y otro tiempo en un reclusorio de Montería, y terminaron por convertirse en el empujón que necesitaba para enmendar su vida y regresar al camino de la legalidad. Por eso, a los 22 años, cuando recobró su libertad, se propuso empezar de nuevo.
Para Elis las cosas fueron un tanto distintas. Aunque al igual que Viviana nadie la obligó a unirse a ese grupo y siguió el ejemplo de sus dos hermanos que ya hacían parte de este, ella no se fue a combatir en el monte. Por el contrario, se convirtió en el enlace del grupo armado con la civilización. Fue así como accedió a hacer las compras y las diligencias que los militantes no podían realizar porque podían capturarlos.
“Mi experiencia fue distinta, yo era la encargada de hacer favores porque ellos no podían salir del monte. Llegué al grupo porque para ese entonces vivíamos en una vereda y ellos llegaban a nuestras casas, nos pedían favores y uno cómo les decía que no”.
Así pasó el tiempo, llegó su primera hija y con los años cuatro más. Pero también llegaron los consejos de su hermana, quien siempre intentó persuadirla para que se alejara de ese grupo. Así sacó la fuerza para ponerle un alto a su “labor”.
Con lágrimas en sus ojos, recordó cómo su hermana la aconsejaba y le decía que se alejara de esa vida. “Mi hermana es mi mejor amiga, en verdad yo nunca tuve problemas mientras hice parte de las Farc, pero teníamos mucho miedo. Ya yo tenía cuatro hijas, quería que ellas tuvieran un rumbo distinto, mi hermana me aconsejaba, me decía que dejara esa vida, que no me llevaría a nada”, refirió.