Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros. Estos principios, que han sido la guía para la creación de las sociedades democráticas y los estados de derecho actuales, fueron respuesta contundente al totalitarismo imperante, razón por la cual se estableció el deber ciudadano como el valor fundamental para su construcción, en equilibrio con la libertad, la igualdad y los derechos.
Desde nuestras sociedades democráticas, conformadas por ciudadanos responsables que asumen junto con sus derechos, la existencia de deberes con la sociedad y sus conciudadanos, construyendo sobre la confianza en que somos personas con razón y conciencia y que aceptamos el deber de comportarnos fraternalmente en sociedad, conducta vital en estos tiempos de pandemia, donde la responsabilidad no sólo es con nuestra salud y la de nuestro entorno, sino con la de una sociedad entera que se encuentra atravesando uno de los peores tiempos, en materia de salud y en el cuidado ambiental y social.
En todos los momentos, pero principalmente en épocas de emergencia, gobiernos y ciudadanos en general, clamamos por la responsabilidad social, conducta ética de cada ciudadano para consigo mismo y con su entorno, la cual va mucho más allá del cumplimiento
de las obligaciones legales, pues está relacionada con nuestra actitud con nosotros mismos, con nuestras familias y hogares, con amigos, en el trabajo, con el ambiente que nos rodea y la sociedad en general. Es cierto que en esta emergencia sanitaria ha salido más a flote el debate de la delgada línea que existe entre el cuidado que deben imponer los gobiernos a sus ciudadanos y el totalitarismo, debate que pierde todo fundamento al observar que estas medidas son tomadas debido a que los ciudadanos no ejercen su responsabilidad social individual y por el contrario, muestran una falta de sensibilidad social, desde algo tan simple como el uso del tapabocas, acción con la cual no solo me expongo a mí mismo, sino a todos los que me rodean o al disponer de mala manera los residuos en espacios públicos y alcantarillas, generando un problema ambiental a futuro, o al no cruzar una calle por el paso peatonal, generando accidentes de tránsito. Como muchos mototaxistas y vehículos que no respetan las señales de transito y las vías, donde está la responsabilidad.
Hasta que como sociedad y como individuos no hagamos parte de nuestro diario vivir y de nuestras acciones la responsabilidad social individual, estaremos destinados al fracaso. Durante y después de la pandemia será más difícil la reactivación económica y continuaremos perdiendo vidas, destrozaremos nuestro ambiente de tal forma que a nosotros, o a las generaciones futuras, les tocará sobrellevar condiciones invivibles e inesperadas en nuestro planeta.
El cambio está en nuestras manos, debemos ser más empáticos con lo que nos rodea, pensar que no estamos solos y es nuestra responsabilidad el bienestar de todos, el uso racional de la energía, el consumo responsable del agua, una cultura de reciclaje de residuos, agricultura sostenible, la construcción de relaciones basadas en el respeto y la solidaridad, por nombrar algunas acciones, y así desde los pequeños actos, lograremos un esfuerzo colectivo que se verá reflejado en el bienestar de todos.
En estos tiempos de pospandemia hemos visto que una errónea percepción de la libertad individual y de la continua solicitud de un gobierno paternalista, pone en riesgo a mucha gente, así que no depositemos toda la responsabilidad de nuestra seguridad y bienestar en los gobiernos, ejerzamos nuestra responsabilidad social individual, cuidémonos todos y saldremos adelante más fortalecidos, ejerciendo a carta cabal esa gran declaratoria de los
derechos humanos, pero sobre todo, cuidando hasta la última de las vidas de nuestros congéneres, que son sagradas.
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