Entrado en el pasillo del hospital donde había conseguido trabajar como Interno, después de una espera de casi dos horas, repentinamente miré una figura masculina vestida toda de blanco que se me acercaba, temeroso de que fuera un gringo más – porque el hombre era rubio – que me viniera a hablar en inglés, idioma que ya me habían demostrado que no dominaba, en una entrevista en el hospital al que llegué con un contrato de trabajo, bajé mi cabeza cuando ya lo vi ante mí, mi alivio fue cuando el caballero en perfecto español me llamó por mi nombre y preguntome además, si yo era el nuevo interno.
En el trayecto, caminado del lugar donde yo estaba y la estación de los médicos residentes e internos, conversamos y desde luego no podía faltar la pregunta, de dónde venía yo y cuál era mi nacionalidad, al contestarle que era colombiano, de inmediato me respondió con algo de alegría, que él era también colombiano; entre todo cuanto me contó, me manifestó que él llevaba tres años en el hospital pero ya se grasaba a Colombia.
Una vez que me instaló en mi habitación, seguidamente me propuso que le comprara unos uniformes y algunos libros que realmente ya a él de nada le servían, fue así como entramos en acuerdo; yo, acabado de llegar, desorientado, como era la cosa, ingenuamente le compré por la suma que él me pidió sin advertir la talla de los uniformes, pues se trataba de un hombre grueso y algo más alto que yo; los libros muy deteriorados con páginas faltantes, con todo no pude hacerle reclamo puesto que una vez que me dejó instalado, no lo volví a ver más; desapareció un día después de mi llegada según me contaron.
Hablando después con los internos que bien le conocían puesto que habían trabajado con él durante tres años, me contaron que: Rafful era descendiente de árabes que llegaron a Colombia a principios del siglo IX buscando un lugar de la tierra donde vivir en paz y desde luego hacer fortuna. Que habían comenzado vendiendo baratijas en el puerto de Barrancabermeja, ahorrando cuanto pudieron, después de unos cinco años de trabajo arduo, alquilaron un local y allí empezaron a comprar frutos de la región, manteca de cerdo, pieles de iguana, caimanes y ponche; cuando ya habían ahorrado dinero suficiente, la familia que constaba de los dos progenitores, y ocho hijos cuatro varones y cuatro mujeres, se trasladaron al Tolima donde pusieron al colegio a sus hijos.
Entre estos hijos varones, Rafful el menor una vez terminado el bachillerato, se trasladó a Bogotá a estudiar medicina en la Universidad Nacional; fue un estudiante brillante, ya de médico general comenzó a ejercer en Armero un municipio del Tolima, como médico general, allí estuvo hasta que resolvió venirse a los Estados Unidos a especializarse en Obstetricia y Ginecología.
Todo este informe me lo dieron sus compañeros que seguían en el hospital, unos especializándose en Patología, Medicina Interna, o Cirugía General. Con todas estas referencias dadas yo me preguntaba; bueno este caballero con todos estos antecedentes ¿Como es posible que se haya aprovechado de mi estado de ignorancia o candidez para encartarme vendiéndome estos libros en mal estado y estos uniformes a sabiendas que me estaba estafando?
Un amigo cubano me dio la siguiente repuesta: “chico, me dijo Fernando –así se llamaba mi amigo – no pierdas de vista que Rafful es hijo de “moros” * y no basta que él haya nacido en tierra americana, la sangre manda y consciente y a sabiendas, por muy médico que sea, siempre actuará de esa manera porque su espíritu es el comercio”
*Así llaman o llamaban a los árabes en Cuba.