
Lo que empezó como una noticia más entre tantas ha ido propagándose casi con la misma rapidez que el miedo. Y aunque es cierto que en situaciones así el pánico colectivo aumenta casi al mismo ritmo que la pandemia, o mayor, también lo es que el coronavirus y su expansión no puede -ni debe- tomarse a la ligera: todos los métodos de prevención que las administraciones locales y nacional han implementado, deben ser acatados y seguidos con juicio. Se trata, en este preciso momento, de prevenir esa difusión sin control que ya vemos en Europa, y de evitar que colapse un sistema de salud que, como el nuestro, no está preparado para atender un número desbordado de contagiados.
Así que debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance por evitarlo: seguir las recomendaciones básicas de higiene (el lavado de manos, el tapabocas si alguien tiene alguno de los síntomas) y el aislamiento social, que tanto nos cuesta: suspender los viajes, evitar las reuniones sociales o eventos en los que se junten un gran número de personas y optar por el teletrabajo, si se puede. Entiendo que no a todo el mundo le resulta fácil, y menos en país como Colombia, donde tantos tienen que vivir al día, pero, si podemos darnos ese lujo, no hay que exponernos ni exponer a los demás.
También está en nuestras manos evitar la expansión del pánico, palpable en los supermercados, por ejemplo, donde la gente se ha venido acabando el papel higiénico sin detenerse a preguntar siquiera qué sentido tiene. Un buen comienzo para hacerlo consiste en evitar creernos todo lo que nos llega por WhatsApp y, sobre todo, dejar a un lado la soberbia de menospreciar un virus del que todavía se sabe tan poco. Como dice el dicho, pues: ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre. No hay que pensar solo en nosotros a la hora de buscar provisiones, pero tampoco creer que esto es una gripa más, aunque muchos -y ahí me incluyo, mea culpa- hayamos creído en principio que no se justificaba tanto escándalo. La cosa es seria.
Sé que no digo nada nuevo ni distinto a lo que se ha escrito una y otra vez en todas partes, pero también que por estos días es importante repetirlo. De todo lo que he leído, sin embargo, una cosa me quedó dando vueltas en la cabeza: entre las recomendaciones que daba un prestigioso periódico dominical para evitar la propagación del virus, había una que pedía que, de quedarse en casa, evitáramos las discusiones acaloradas con la familia inmediata, muy propensas a darse al estar todos reunidos a la fuerza. Quizás haya que ver esa recomendación por el otro lado: que sea esta una oportunidad, también, para bajar la velocidad y volver a hacer esas cosas básicas que a veces el ritmo frenético del día a día nos impide. Pero, sobre todo, que tengamos la conciencia de cuidarnos, de agudizar nuestra empatía y de informarnos bien para que no cunda el pánico.