Mientras en el resto del mundo está luchando contra la obesidad, considerada como una pandemia, en Colombia nos damos –mejor el Congreso de la República- se da el lujo de negar iniciativas que van contra la lucha del consumo de comidas consideradas como perjudiciales para la salud o más conocidas como “comidas Chatarra”.
Simpático, bonachón, buena gente y muy buen bailador, son algunos de los calificativos que se dan a las personas que sufren de sobrepesos o que son gorditos, sin darse cuenta que realmente son personas que están enfermas.
Las cifras van en aumento y de qué manera.
Por ejemplo en nuestro país los indicadores señalan que más del 50% de los colombianos somos obesos, para ser más exactos el 56,4 por ciento de los habitantes presentan exceso de peso; que una de cada cinco personas tiene obesidad mórbida y que en niños, estos fenómenos se aumentan aceleradamente.
Es por eso que se esperaba que el Congreso en donde se debatía el proyecto de ley mediante el cual se obligaba a las empresa productoras de alimentos, que colocaran etiquetas grandes en donde se señalaran el número de calorías y sodio que tenían los productos, para que el consumidor estuviera enterado, no tuviera tropiezos y se convirtiera en ley.
Pero no. Termino pasando lo mismo que con varios proyectos de anticorrupción a lo que se les dio un entierro poco decoroso, lo que nos lleva a pensar que a los congresistas poco o nada le interesa la salud de los colombianos, esos mismos que con sus votos son los que los llevan a esas dignidades.
La obesidad y el sobrepeso son resultado de múltiples factores que deben ser abordados con integralidad y sin demora. Esto no es un mero problema de etiquetados ni de la forma como se empacan y ofertan los productos.
Si la industria alimentaria, tuviera conciencia de elaborar alimentos sanos que se proyectaran hacia la gente con confianza, las advertencias en sus empaques serían irrelevantes.
Así mismo, si los entornos escolares, empezando por sus tiendas, tuvieran la premisa de no ofrecer comida procesada y bebidas embotelladas que no resistan el análisis de sanidad óptima para niños, y que bajo las mismas condiciones se sancionara la publicidad de productos dañinos, estarían dando pasos en la dirección correcta.
Es claro que este es un problema que se tiene que abordar ya, que se debe que se debe atacar desde la casa induciendo a los niños y jóvenes al consumo de alimentos sanos y no dejarse influenciar.
Toca hacerlo ya, pues si dejamos que el Congreso lo haga mediante la aprobación de una Ley, es ver crecer el problema.