Como muchos colombianos yo también estoy por creer que esta escalada de violencia que vive el país, no deja de ser una estrategia -bien diseñada y maquiavélica desde donde se le mire- del gobierno de turno para generar el miedo y la inseguridad entre sus gobernados y después justificar algún proyecto o asegurar su continuidad en el mando.
El mes de agosto que hoy termina, deja más de diez masacres en las cuales han sido asesinadas no menos de 45 personas a lo largo y ancho del territorio nacional, y el gobierno-como es su costumbre ante la ineptitud- sigue responsabilizando de estos hechos al gobierno anterior que hace dos años dejo el poder.
Y de raro no tiene nada, si con filigrana uno se coloca a analizar muchos de los aspectos que rodean al actual gobierno colombiano.
No es un secreto que este gobierno ha sido un total desacierto para manejar diferentes aspectos de la vida nacional entre ellos la Paz –la cual se sabía que volvería trizas y lo está cumpliendo- la economía con medidas que solo beneficias a sus amigos empresarios y en contra del pueblo. Un gobierno sin norte fijo que irónicamente hay que decirlo, le cayó como anillo al dedo la pandemia del coronavirus para medio encarrilarlo.
Tampoco es un secreto que el Centro Democrático, partido de gobierno, veía con preocupación cómo lenta y paulatinamente -como consecuencia del desgobierno y de la situación judicial de su máximo líder- desmoronarse esa imagen de supremacía que había mantenido por más de 18 años políticamente hablando.
Perder el poder político y de gobierno sin duda representaba la muerte y el paso a la historia de una colectividad que, mediante sus ideales de ultraderecha, quiere imponer la supremacía en la nación.
Esta práctica no es nueva para la derecha colombiana. Ya la habían utilizado durante los dos primeros gobiernos de su líder, que si bien es cierto logró acorralar a la subversión, también cometió desafueros en contra de inocentes solo con el único fin de mostrar resultados, entiéndase como falsos positivos.
Ahora que retomaron el poder –luego de haberlo perdido durante ocho años- pensaron que sería la mejor oportunidad para establecer una dictadura de facto, pero no contaron con dos aspectos fundamentales para cumplir su objetivo; primero la inexperiencia y equivocaciones reiteradas de su presidente y segundo que a la gran mayoría de los colombianos no nos gusta la dictadura sino la democracia.
Es por eso y ante la pérdida en picada de la imagen de esta colectividad que sueña con mantenerse en el poder por siempre, que nada de raro tenga que la violencia que se está generando venga de las mismas entrañas del gobierno, que con ese elevado incremento de muertos por pensar diferente genera miedo, y con el miedo nada mejor que salir a vender un sólido proyecto de seguridad para los colombianos. No hay que olvidar que la campaña presidencial se inicia en firme el año entrante.
Ya la tarea la iniciaron haciéndose a las posiciones de los entes de control del poder público, algo que en ningún país del mundo se da, pero aquí sí, consolidándose de manera soterrada una dictadura igual o quizás peor a la de Venezuela.
Siempre dijeron que no deberíamos dejarnos llevar a una venezolanización y ahora resulta que estamos igual o peor que la hermana República.
Cada día que pasa tenemos que entender que esta polarización entre la derecha extrema y la izquierda ortodoxa (ninguna de las dos sirve para nada) en Colombia, será la causa que la nación como Estado, cada día sea más inviable.
Nota al Margen: El gobierno no quería, pero le toco que traer a Salvatore Mancuso, y no quería porque cuando comience hablar dirá lo que muchos ya sabemos, pero cuando lo diga dirán que todo es mentira y que como se le puede creer a un delincuente. Así será, no lo duden. Piensa mal y acertaras.