
Todo indica que el médico Roberto De Zubiría tuvo la necesidad al momento de ser víctima de un sorpresivo ataque cuando caminaba por un puente peatonal en Bogotá por tres sujetos armados de cuchillos y una pistola de fogueo, de sacar arma de fuego matar a los tres, después de que fuera intimidado y golpeado por los agresores con una pistola de fogueo e intentaban de introducirlo a un vehículo, sin saber con qué fin. Ha hecho noticia en todos los noticieros y diarios del país, lo hecho por el médico, han aprovechado abogados para ilustrar a la opinión pública sobre los elementos que deben concurrir para estar al amparo de la causal de ausencia de responsabilidad, llamada desde viejos tiempos “legítima defensa”; todo lo que es legítimo, es lícito y justo, y quien así actúa no puede ser encarcelado.
Pero, estos distinguidos abogados echan a saco roto una prueba de vital importancia que según su resultado puede ratificar la presencia de ese actuar legítimo o desdibujarla y si ello así resulta no podría ser favorecido con el reconocimiento de una legítima defensa plena aun cuando no vaya a la cárcel y es la necropsia practicada a los tres cadáveres de los asaltantes.
Determinaría esa prueba pericial, cuántos disparos entraron al cuerpo de cada víctima, según los orificios de entrada, si los disparos fueron hechos de frente o estando la víctima de espalda, al hallarse un orificio de entrada en la espalda en alguna de las víctimas podría complicar la consolidación de la legítima defensa aunque de establecerse tal circunstancias no descartaría que el médico obró al socaire de dicha causal de ausencia de responsabilidad aunado a la distancia que separaba un cadáver del otro u otros, porque si una de las víctimas en la eventualidad que le aparezca un orificio de entrada en la espalda, definiendo que el mismo fue hecho estando la víctima de espalda y separado a buena distancia de los otros, cabría la duda de la estructuración de la exención de responsabilidad aludida. Para significar que todo no está definido en cuanto si el doctor de Subiría obró en realidad en legítima defensa por concurrir todos los elementos que la configuran.
El Doctor de Zubiría, ni buscó, ni quiso que se le presentara tal episodio desagradable es más puedo asegurar que en estos momentos debe estar arrepentido de haber caminado a esa hora sólo por ese lugar y cargado de conciencia por haber matado a esas tres personas aunque fueran delincuentes.
Y debe estar en disgusto con el puñado de periodistas y personas que han difundido por las redes sociales, prensa y noticiero que las tres víctimas merecían su muerte, al tiempo que catalogan al doctor De Zubiría como héroe. Obrar en legítima defensa no es ser héroe, este médico no ha hecho ninguna hazaña que amerite elogios por lo hecho, no teniendo en cuenta el temperamento del colombiano que somos dados a la imitación, muchos les gusta imitar procedimientos en que queden como unos corajudos, valientes que no vayan a creer y a disponerse a llevar armas de fuego para de presentarse situaciones similares a la del galeno sacar arma, disparar y matar, cuando no todas las situaciones son iguales, ni de todas las situaciones pueden resultar legítima defensa, constituyen verdadera apología del delito del que se debe desterrar que no vaya a dar a lugar estos encomios a más violencia en la capital de la república y que los capitalinos y todos los colombianos lleguemos a la extrema desgracia como lo está Somalia, un país africano del que el que no esté armado, es hombre muerto, hasta los extranjeros que llegan a visitar a Somalia desde Aeropuertos las autoridades les advierten el peligro que corren de pisar suelo de ese país desarmados. Y todos los días amanecen cadáveres humanos por las calles de delincuentes al intentar de robar o de las mismas víctimas de delitos.
Mientras los que alaban al doctor De Zubiría por haber matado a estas tres personas, no admiten justificación la destrucción del zigoto y contradictoriamente muchos de los apologistas por lo hecho por el doctor De Zubiría desde tiempos atrás, he oído por medios de comunicación y comentarios en prensa su rechazo rotundo al aborto en cualquiera de sus modalidades, cuando la ilicitud del delito de aborto radica en acabar con una vida, con la diferencia que no alcanzaron a nacer.