En el año de 1941 cuando mi hermanos Calixto y yo salimos de Tacaloa a estudiar, en toda la costa solo existía el colegio Pinillos de Mompox, donde se estudiaba bachillerato, y esto, solamente hasta el quinto año, para hacer el sexto, los alumnos los mandaban a Ocaña al Miguel Antonio Caro donde les daban el diploma de bachiller.
Apenas estaban abriendo el Simón Araujo en Sincelejo, en Magangue no existía ningún colegio de bachillerato –creo, no estoy seguro –se esbozaba la apertura del Joaquín F, Vélez. Por eso después de muchos análisis e interconsultas familiares, para fortuna nuestra un día cualquiera se presentó un joven venido sorpresivamente de Cartagena, quien a la postre resultó siendo medio hermano nuestro y de quien no teníamos noticia alguna de su existencia y, al enterarse de lo que estaba pasando, dijo terminantemente, “se van conmigo para Cartagena”.
Hoy los nativos de Tacaloa (corregimiento del Municipio de Magangue) tienen el colegio CALIXTO DÍAZ PALENCIA. Nombre que lleva dicha institución en memoria de ese insigne educador, mi padre, donde los jóvenes estudian, y salen graduados de bachilleres, luego, ya con este diploma, se van a capitales como Cartagena, Barranquilla, Medellín o Bogotá; a estudiar carreras, de hecho, son muchos los que han estudiado medicina y hoy se encuentran en hospitales prestando sus servicios profesionales.
Al instante en que escribo esta nota, me informan que en el solo hospital de Magangue trabajan cuatro de estos jóvenes. Para mí es muy placentero saber que estos jóvenes hayan tomado el camino del servicio a la humanidad a través de la medicina, profesión que al haberla escogido, estoy seguro que lo hicieron a conciencia sabiendo que esta, la medicina, es una ciencia que requiere estudio permanente debido a su evolución constante.
Por ello, me permito recordarles, que no basta con titularse, que han de tener presente lo que esta profesión demanda: dedicación, sacrificio, criterio ético, que estas son bases esenciales para el médico que quiere destacarse, y así adquirir prestigio; cosa que no es para un solo día sino las veinticuatro horas del día y los trescientos sesenta y cinco días del año y además, como si esto fuere poco, el médico debe comportarse como tal desde la presentación personal, y dentro del núcleo social ser ejemplo y destacarse por su caballerosidad, así se ganará el respeto de una sociedad que tendrá siempre la mira puesta en él.
En lo que a mí corresponde, me he alegrado profundamente al saber que, ya no solo seamos mi hermano y yo los únicos profesionales salidos de Tacaloa, sino que esos jóvenes que retaron salir del medio rural entendieron que debían hacer estudios superiores, formarse académicamente y de esta manera ser más útiles a la sociedad.
De todo corazón, les deseo a estos jóvenes muchos éxitos en el ejercicio de su profesión. Solo me queda hacerles una recomendación: no se queden solo como médicos generales, hagan un poco más de esfuerzo, o sacrificio si cabe, y especialícense.