De nada ha servido el llamado del gobierno para evitar las diferentes movilizaciones sociales que se han venido gestando desde el último trimestre de 2019. La convocatoria que ha realizado nuevamente el comité organizador de las marchas, a partir de mañana, necesariamente van a generar traumatismos a la movilidad en algunas ciudades del país. A pesar de que el ejecutivo nacional, tomó la decisión de convocar a un dialogo abierto con todos los actores que han liderado las movilizaciones, en la mayoría de las veces, se han convertido en verdaderas confrontaciones con la Fuerza Pública, dejando decenas de heridos y dos muertos, desde que iniciaron las protestas.
Hay que detenerse en el hecho de que al no estar la protesta atada a una problemática puntual o a una coyuntura particular, se genera un contexto propicio para que irrumpan saboteadores profesionales y liderazgos de dudoso cuño acudan a mentiras o, en el mejor de los casos, a verdades a medias de veloz y copiosa circulación en las redes sociales para atizar el ambiente.
Se trata de un suceso histórico, que no quede duda, por el número de concentraciones, la cantidad de ciudades en donde se han realizado y la convocatoria que han tenido. La envergadura del fenómeno hace obligatorio un juicioso análisis de sus motivaciones y componentes, así como de todos los factores que lo hicieron posible. Esto les corresponderá, a las reuniones de la Conversación Nacional que deben seguir desarrollándose a instancias del gobierno nacional, buscando la forma de decantar las aguas turbulentas.
Es muy importante que los promotores de la protesta y de cara al ejercicio que ya comenzó, advertir que la solución de esta crisis no puede ser la discusión de un extenso pliego de peticiones acerca de innumerables asuntos que conforman la actualidad del país.
Es absurdo doblegar al gobierno nacional elegido en las urnas, a través de la generación de crisis en las calles. Un escenario que, independiente de si es fiel o no a la realidad reciente, no puede, de ninguna manera, ser considerado un ejercicio democrático. Para decirlo sin ambages, la democracia se ejerce en las urnas, donde se respaldan programas de gobierno, y a través de las protestas se manifiestan válidos cuestionamientos o inconformismos respecto a diversas situaciones. Pero que quede claro: la protesta callejera no reemplaza el sufragio universal, lo complementa.
Estamos plenamente convencidos que debe primar, ante todo, las vías del diálogo y la concertación, que tarde o temprano deberán llegar, dado el tamaño de los retos que presenta la sociedad colombiana.