
En un verdadero desorden y una oportunidad para que las arcas de los partidos o movimientos políticos con personería jurídica sigan creciendo, se ha convertido la entrega de avales para quienes aspiran a llegar a un cargo de elección popular en las próximas elecciones del mes de octubre.
Es claro que este es el mecanismo que está establecido por la norma para que cualquier persona pueda participar en la elección popular, pero la verdad sea dicha el mismo está siendo utilizado para continuar generando más desprestigio a las colectividades, pues son muchos los movimientos que se dan a la tarea de “vender los avales” a quienes se quieren postular.
No es un secreto que así sucede y que no es solo en esta elección, sino que viene desde mucho tiempo atrás en nuestro país.
Negocio lucrativo si se tiene en cuenta que la división política actual de nuestra nación nos indica que tenemos 1.101 municipios, eso nos indica que aquellos movimientos poco conocidos o sin trayectoria –no voy a dar nombres- tienen ahí 1.101 oportunidades de negocio en época electoral.
Y son varias esas colectividades que nadie conoce pero que tienen personería jurídica entregada y avalada por el mismo Consejo Nacional Electoral, lo que los autoriza para la entrega de los avales.
Esas colectividades saben que ni siquiera lograran el umbral, pero si entregan avales a cuanto parroquiano se lo solicite, sí tiene los recursos para pagarlo o se lo entregan al mejor postor o quien haga la mejor oferta. Esta es la prostitución de la democracia.
Pero en las grandes colectividades, es decir en los partidos tradicionales, la cosa tampoco es que este muy organizada. Allí se entregan los avales de dos formas; una el jefe máximo del partido político decidió a dedo el candidato para representarlo, y segunda, porque aplicaron un mecanismo interno y democrático, proceso que en la mayoría de las ocasiones deja muchas heridas al interior de las colectividades.
Los avales se prestan para todo. Para las colectividades es la oportunidad de medir a sus precandidatos ante la opinión pública; para algunos de los aspirantes, es un método para ganar posición dentro del partido, sorteando celos, egos y haciendo lobby para ser los elegidos.
Lo cierto es que los partidos que tanto luchan en el congreso por la descentralización del país, son los más centralistas, pues desde sus sedes en la capital de la república en donde se elaboran los avales y no delegan ni dejan esas facultades a los directorios departamentales. Y es ahí en donde uno se pregunta de qué sirven o para que sirven los directorios departamentales de los partidos políticos?
Pero recibir el aval de un partido político no garantiza la participación en la contienda política, y de eso sí que sabe el Centro Democrático, que avalo a varios candidatos en ciudades capitales hizo pública su posición, registró la foto con el abrazo respectivo y cuando se dio cuenta que no tenía posibilidades de ganar, les quito el aval y se fue con el candidato de mayor aceptación. Es que no es fácil dejar de participar de la burocracia o mermelada y eso lo tiene claro el partido de gobierno, así quieran aparentar otra cosa.
Entendamos de una vez que Colombia no es un país político, sino polítiquero.
*Consultor y Asesor Político, Comunicaciones
Y Organización de Campañas
Email: jjpipo973@yahoo.com