La historieta de la torre de Babel, término que significa, confusión; es consecuencia del orgullo humano. La soberbia del hombre se repite en todos los tiempos. El ser humano ha pretendido siempre sacar de su vida al Creador.
En la mitología griega encontramos la leyenda de Prometeo encadenado. ¿Por qué? Se atrevió a desafiar al gran dios Zeus, el creador, pretendiendo robarle el poder del fuego y, entonces, Zeus lo hizo encadenar apegándolo a una roca para que expiara tan temible osadía. El hombre, criatura “imagen y semejanza” de Dios, ha querido suplantar a su Creador. Perdón, mi querido humano, usted es criatura, no Dios.
Es como si el lienzo quisiese suplantar al pintor o, la escultura suplantar al escultor. ¡Pobre hombre, tan grande y tan pequeño a la vez! La verdadera grandeza del hombre es reconocerse criatura y necesitado del Creador. A lo largo de la historia se ven tantas osadías de la criatura humana, todas han terminado en la destrucción del mismo hombre. Hitler pretendió ser dios y, ¿en qué terminó? Ese monstruo cometió las más crueles barbaries. ¡Ah! Es que el hombre sin Dios se convierte en la bestia más feroz de la jungla humana. ¡Tantos dioses que encontramos en nuestra historia patria! Sí, fueron unos tristemente célebres.
La ideología de género no es otra cosa que un nuevo intento del hombre por suplantar al Creador. La sexualidad humana no se puede programar, no es cuestión cultural; la sexualidad humana es intrínseca a la naturaleza humana. La programación genética está en los cromosomas que lleven en sí mismos las tendencias naturales para que el óvulo al ser fecundado por el espermatozoide, determine el sexo de la nueva criatura. La ideología de género va contra la naturaleza humana y por ende va contra el Creador. Hoy aparecen nuevos prometeos que pretenden sacar a Dios de todo escenario público. El axioma cultural: “La religión es asunto privado” ha hecho escuela en la cultura de hoy y hay muchos incautos que la siguen sin darse cuenta del engaño.
Definitivamente, como decían los latinos: “Stultorum infinitus est numerus”, es infinito el número de estúpidos. ¿Por qué los cristianos tibios se dejan engañar? En nombre de la libertad se mata a la libertad. Quienes no creen en Dios esgrimen el derecho de exigir aconfesionalidad en todos los ambientes de la sociedad, ¿por qué ellos, -una minoría-, se impone sobre la mayoría silenciosa?; ¿por qué nos quitan el derecho a expresar públicamente nuestras creencias? En los países de cultura musulmana, que son teocráticos, ni siquiera aparece el más mínimo vestigio de irrespeto a las creencias exigidas por el Corán y la Sharia. Si tal cosa ocurriera, imagínese amigo lector, qué le pasaría al que pretendiera sacar de la vida pública las creencias del Islam.
El silencio de los cristianos está permitiendo tantas barbaridades en nuestro país, como van las cosas, los cristianos resultaremos extranjeros en nuestra propia patria. Ya no se jura en nombre de Dios sino en nombre de la Constitución Política. Ya no es Dios “fuente suprema de toda autoridad”, es la Carta y, los cristianos seguimos tan callados.