Alias ‘Aureliano’, Gustavo Petro, le echó al país un cuento sobre su abnegada vida política, sus amores y correrías con “el amigo de vida”, Juan Carlos Montes, y quiso engañarnos con la tal obsesión por “registrar sus hechos”, que todos la tenemos para recordar momentos familiares, pero no la entrega de “un billete”, en una habitación en penumbra y sin contarle al amigo que lo estaba registrando.
Si esa filmación no fue para extorsionarlo, fue para protegerse, porque Montes sabía que hacían algo indebido y que, además, su amigo no lo era tanto, aunque Petro se exceda en alabanzas para “neutralizarlo”.
Dolido porque su amigo alcalde permitió que lo botaran, ese día de 2015, Montes claramente amenazó a Petro, y lo que este último sintió después de ese episodio no fue depresión; fue susto.
¿Qué pasó entre 2015 y 2018 para que el video terminara en manos inconvenientes para Petro? Montes lo dirá ante la justicia, porque nadie creyó el cuento del hacker, del ingeniero que no sabe de tecnología, del computador viejo; de los “abogados del diablo” adivinos.
Ahora bien, si son ciertas las acusaciones del abogado De la Espriella, la justicia de Estados Unidos intervendrá y el caso será más grave. Hoy el asunto no es si 20 millones es poco frente a 50 millones de dólares de Odebrecht, o si el debate contra el fiscal era el momento para hacer público el video; el asunto es también de “tono moral”, de la posición ética de quien se autoproclama defensor de la transparencia y la moral pública.
Recuerdo a la izquierda alebrestada cuando le montaron a Óscar Iván el escándalo con un video publicado antes de la primera vuelta de 2014. Hoy no veo esa furiosa condena. Para Claudia López es “espantoso”, pero ella está estudiando, y punto. Mockus concluye que le cree a Petro, y punto; mientras Fajardo calla…
Hoy Petro, con investigación abierta, acude a la estrategia de quienes se sienten por encima de la ley: a la movilización, a la acción de facto, como Mussolini en 1922, cuando movilizó a sus camisas negras sobre Roma para arrebatarle el poder al débil Víctor Manuel. Las marchas que pretenden minar la gobernabilidad, ya no serán por la educación o la carestía, sino para salvar a Petro y acorralar al presidente, pero Duque no es Víctor Manuel.
Lo que faltó en la crónica de Aureliano fue su vida como terrorista, partícipe de asesinatos como el de José Raquel Mercado el 19 de abril de 1976 –crimen de aniversario–; de secuestros como el de Álvaro Gómez y de muchos actos terroristas, como el asalto al Palacio de Justicia en 1985, en alianza con “los Extraditables”.
Petro siempre ha justificado esa barbarie como la lucha por una sociedad justa, y nunca ha considerado que deba pedir perdón. ¿Recuerdan a Márquez y Santrich? Cualquier parecido no es pura coincidencia. Dios los hace…, y ellos se juntan.