Al leer apartes de cada uno de los cuatro tomos del completo estudio de la Universidad Externado sobre la corrupción en Colombia hecho público hace algunos días, nos lleva a pensar que verdaderamente lo que está cavando al país no es la violencia de los grupos armados de derecha o izquierda o la inseguridad, sino el cáncer de la corrupción.
Corrupción enquistada -de manera ilógica- en los que tienen más pues son la clase política colombiana y el jet-set de la aristocracia, quienes hacen parte de este grupo de bandidos de cuello blanco que se han robado la nación.
De acuerdo con las cifras documentadas en este acucioso estudio del alma mater de gran prestigió, al año a la nación le roban en promedio alrededor de nueve billones de pesos, léase bien nueve billones.
Lo paradójico del tema es que todo el mundo sabe donde esta enquistado el virus de la corrupción, cuáles son sus integrantes, la manera como operan y hasta de cuanto son las tajadas que se reparten, pero nadie hace nada por denunciarlo o evitarlo.
Dos años tardo la realización de este completísimo informe de la universidad acerca de la corrupción en Colombia en uno de una de los esfuerzos más notables de la academia para aportar información sobre esta problemática y la eventual forma de cómo enfrentarlo para erradicarlo.
Y es así como cobra importancia y vigencia la consulta anticorrupción que se llevará a cabo el próximo domingo, como una manera de sentar una voz de protesta por parte de los colombianos a la corrupción.
Si bien es cierto que hay leyes y normas que están vigentes sobre este delito, también lo es el hecho que las mismas no se cumplen. Pensar que por la vía legislativa interna se hará, es una falacia pues en ocho oportunidades que se han presentado estas iniciativas ha sido los mismos integrantes del Congreso quienes se han encargado de hundirlas.
Pero a más de que hagan normas erradicar la corrupción, debe es existir una verdadera conciencia social, en donde todo el mundo entienda por fin que los recursos públicos son de todos y por lo tanto son sagrados.
Fundamental para acabar con la corrupción, el endurecimiento de las penas, no de cuatro o cinco años, sino mínimo de veinte para quien se apropie de los dineros del Estado y cárcel de cuatro paredes y no casas-palacio para pagar penas irrisorias.