Se halla, entre tanta definición, que la igualdad es el trato idéntico que el Estado, empresa, asociación, grupo o individuo le brinda al resto de las personas sin que medie ningún tipo de excusa en virtud de la raza, sexo, clase social u otra circunstancia. Es entonces la ausencia de cualquier tipo de discriminación. La igualdad no permite distinciones. Somos iguales o no. Somos igualitarios o no. Somos iguales o no.
Así las cosas la igualdad no admite términos medios, así arguyamos todo lo que se nos ocurra; eso de iguales sí, pero diferenciados, rompe la igualdad per sé.
Veamos ejemplos de malas y perversas interpretaciones de igualdad. El primero, lo que se afirma sobre LGTBIP; la población de sexualidad diversa y seria, querría seguramente que en Colombia haya simplemente igualdad sexual. La de cualquier tipo. Sin importar la preferencia, tendencia o variedad sexual del ser humano nacional. Pero si hay reglas para unos, supongamos homosexuales y lesbianas a quienes se les permite contraer matrimonio y a otros no, como los pansexuales o travestis, eso ya no es igualdad. Incluso, se rompe la igualdad cuando a los heterosexuales se les exige obligaciones que a los otros no, o cuando se hace ideología de cualquier género. Somos iguales y ya.
Otro buen ejemplo de desigualdad, sucedió con los desfiles que la semana pasada se realizaron dizque por los asesinatos de líderes sociales. Se hizo distinción entre estos asesinatos y los otros. Las marchas sólo fueron para protestar por asesinatos de quienes presumimos representaban organizaciones sin ánimo de lucro, no lo fueron por todos de otros colombianos. Eso separó a la sociedad y claro, la mayoría no se sintió identificada.
Los estratos socio-económicos también han marcado desigualdades. Camino que por cierto es peligrosísimo.
Y en materia de justicia qué decir de aquellos asesinatos que se llaman “de lesa humanidad” que hacen prácticamente imprescriptibles las investigaciones mientras la mayoría no lo son. Se crea diferencia entre asesinatos de campesinos, niños, comerciantes y el de políticos. No está bien.
Algunos filósofos llegan afirmar que “la igualdad es un valor que todos anhelamos experimentar, pero cuestionan si es una utopía; aunque constituye un valor esencial para el desarrollo de toda sociedad, sin embargo, ésta y su antítesis, la desigualdad, se mantienen en constante conflicto”. Jugamos con la igualdad generando desigualdades. Pasó con la “paz”, que por no aceptar la injusticia algunos se negaron a tratos con delincuentes, los hizo señalar como “enemigos de la paz”… ¿qué tal?
En Colombia todos deberíamos ser iguales, hoy mañana y siempre. En todo sentido y en toda circunstancia.