En la densa selva del pacífico nariñense, contra la frontera de Ecuador y el límite con el mar, se sostiene una búsqueda con pocos antecedentes. La cacería de Guacho quien se mueve en el territorio como pez en el agua, asediado por miles de miembros de la Fuerza Pública. En medio de los operativos, la Policía Antinarcóticos descubrió uno de los laboratorios más grandes de cocaína bajo el control del capo.
El punto, ubicado en la vereda Pinde, zona rural de Tumaco, estaba tan camuflado en la jungla que a los 60 hombres que llegaron embarcados en cuatro helicópteros Black Hawk les costó trabajo aterrizar. Lo que encontraron en tierra fue un complejo de más de ocho estructuras dispuesto para albergar hasta 20 personas dedicadas a la elaboración de la droga.
Hamacas, comida, toldillos, ropa y medicamentos daban cuenta de que el lugar estuvo recientemente ocupado. Además, hallaron canecas plásticas con 1.200 kilos de clorhidrato de cocaína en solución. Es decir, a la droga le faltaba un último proceso de decantación y secado para sacar un megacargamento de allí. También detectaron 825 kilos de soda cáustica y 310 galones de ACPM.
Encaletada entre gruesos troncos y tablas, los uniformados encontraron una planta eléctrica industrial que se usaba para abastecer el laboratorio, las motobombas y los hornos, y que sería capaz de iluminar un pequeño pueblo.
«Armar esta infraestructura en la selva tiene un costo de 6.200 millones de pesos. La producción de alcaloides era enviada a través de lanchas rápidas hasta Centroamérica. Como resultado de esta importante operación seguimos impactando las finanzas de la Oliver Sinisterra y de su principal cabecilla Walter Arizala, Guacho», declaró el coronel Tito Castellanos Tuay, subdirector de la Policía Antinarcóticos.
El operativo desbarajusta las cuentas de Guacho, pero también demuestra que aunque está huyendo de la encerrona de las fuerzas del Estado, el más popular de los disidentes de las Farc aún tiene poder para controlar el narcotráfico en la región.