Estamos a escasos treinta y siete días para el gran chasco denominado democracia electoral, en el cual los ciudadanos participaran en la selección de los miembros de las corporaciones públicas regionales y mandatarios seccionales y locales. Los pueblos y provincias están inundadas de políticos disfrazados de gente buena, pero que llevan encima una forma de embaucar, traicionar y aprovecharse de los otros, amén de una contaminación visual y auditiva y los periodistas han tenido una buena oportunidad de remendar sus afanes económicos con la promoción y la difusión sesgada, como siempre, de quienes son sus directos patrocinadores.
Un circo, es este debate. Es eso y no otra cosa, como podemos calificar este andamiaje en el cual, los topes electores se convierten en un distractor con el que se empiezan a perfilar los elementos de una corrupción que apuntalan a ser la directriz del ejercicio de dicho proceso electoral. Consideramos que toda esta parafernalia de difusión y entrega de aportes económicos por parte de los particulares, especialmente de quienes quieren asegurar los contratos, los nombramientos, las empresas sociales del Estado, los hospitales y demás instituciones del gobierno departamental y municipal, son el primer paso de una corrupción que no tiene mecanismos de solucionarse, con todos los entes de control: Fiscalías, Defensorías, Contralorías, Procuradurías, Auditorías, entre otros.
Encontramos entre todos los candidatos, personas que realmente son simples convidados de piedra a un experimento en el que se quiere dar gala de generosidad democrática, pero que no son más que formas de disuadir al electorado para que se repitan los nombres y se siga por la elección de quienes vienen prohijados por las castas dominantes en un ciclo de nunca acabar, en un ciclo sin retorno, donde todos sabemos y conocemos lo que ha de pasar, lo que ha de suceder y la forma como se ha de gobernar en los próximos cuatro años desde la provincia por mínima que ella sea, hasta la gran capital de la República.
Hay lemas y formas de engañar, cuando se pregonan candidatos como del “cambio”, sin que se haga claridad qué significado tiene tal palabra, cual es la dimensión, la misión y la realidad de lo que se quiere cambiar, o de lo que ha de ser cambiado, cuando lo cierto es que no estamos para cambios, que no podemos pregonar posibilidad de cambios, cuando la estructura central del poder político del Estado, es el mismo, y tiene unos derroteros que ya están cobijados por maniobras y formas de ejercer las políticas fiscales, siempre hacia el continuismo de las desigualdades, de la pobreza, de la miseria, mientras que unos pocos se enriquecen y se benefician de los recursos y del erario público.
Hay periodistas o quienes posan de tales actores de la sociedad civil, que lanzan preguntas al azar para cuestionar formas de capitalizar o de aglutinar recursos y formas de gestionar acciones para las comunidades. Ello es un imposible, es un acto ilógico. Los impuestos y las tasas contributivas son las mismas en todo el país y se corresponden a los mecanismos de hacer efectivos los presupuestos y las formas de poner al servicio de las comunidades, los escasos recursos que ya están comprometidos por las administraciones anteriores o que hacen parte de una deuda ya adquirida.
Los gobernantes que han de ser elegidos, si realmente quieren ganar adeptos, no deben hacer ofrecimientos o promesas o engañar como han venido haciendo y como lo han hecho todos los que han antecedido a la clase política local y regional. Es su ejemplo, sus valores, su honestidad, y la forma de proponer fórmulas que tengan que ver desde un primer lugar, con la defensa de lo nuestro, con la defensa del territorio, con el reconocimiento de los recursos naturales y con la lucha frontal contra la desigualdad, los principales temas que tienen que ser la bandera de batalla en un proceso electoral.
Sus hojas de vida en las cuales no hay la más mínima experiencia en la defensa de su propio patrimonio, mucho menos los ha de avalar para ser defensores de los recursos que nunca han tenido y que han malversado o han dejado diluir en su pasado.
Por ahora no encontramos esperanzas en los actuales candidatos y muy pronto, esperamos conocer más a fondo algo que podamos rescatar de ellos, es esta una visión al igual que la de muchos ciudadanos, y me preparo para dar a conocer algo rescatable, con un pesimismo que se repite sin cesar cada periodo electoral.