Diariamente se están conociendo a través de los medios de comunicación, los mayores escándalos de corrupción de altos funcionarios del Estado, que se han venido presentando durante los últimos gobiernos nacionales, que han salpicado a todas las esferas de la administración pública. Es muy lamentable que cuando se asume un alto cargo, algunas personas con su actuar, estén pensando solamente en buscar los mecanismos para enriquecerse de la noche a la mañana. Se han vuelto muy talentosos e ingeniosos, para evadir las normas contractuales, sin que se conozcan públicamente los entuertos jurídicos con el fin de cumplir sus sueños de birlar los recursos del erario.
Son múltiples las denuncias que se han generado durante la última década en todas las actividades del gobierno. Por este motivo no es raro, los estudios realizados durante el último trimestre del año anterior por el medio Estadounidense U.S. News, que arrojó como resultado a Colombia como el país más corrupto del planeta entre una muestra de 73 naciones encuestadas.
Hay un hecho relevante que incidió para este resultado. Las movilizaciones populares que se gestaron durante los meses de octubre, noviembre y diciembre del año anterior y la población encuestada fueron precisamente los manifestantes, que denunciaban entre otros, temas relacionados con los casos más aberrantes de corrupción y que nos han puesto en la picota pública como el país más corrupto del mundo.
Así sea cierto que exista este fenómeno arraigado dentro de la administración pública, hubiera sido más objetivo que las muestras se aplicaran en otros escenarios de la vida pública del país. Desafortunadamente dentro de la mente de los colombianos, no se tiene confianza del accionar gubernamental para contrarrestar la corrupción administrativa. Existe un escepticismo, dados los ejemplos anteriores de los hechos acaecidos en el sector oficial.
Transparencia Internacional, la organización no gubernamental con sede en Alemania, define la corrupción como el mal uso del poder público para beneficio privado. La versión más reciente de la organización sobre su Índice de Percepción de la Corrupción también afirma que la falta de control significativo de este flagelo está alimentando una crisis global en la democracia.
La corrupción es un fenómeno lamentable con consecuencias graves para el bienestar de los colombianos. La presencia de este fenómeno es tan generalizada, que ya la sociedad ha llegado a aceptarla como parte de la vida cotidiana. Es tan grave la presencia de ésta, en todos los niveles del Estado, que este antivalor hace parte del perfil del colombiano en los distintos escenarios nacionales e internacionales. Ha llegado a ser tan masiva, que ha provocado una reacción pública notable en nuestro país.