Cada día que pasa y avanza este siglo XXI, más asombro genera la aparición de nuevos hechos de la humanidad en todos los órdenes, en lo social, ambiental, ecológico, todo lo cual pone en entredicho las creencias religiosas sobre el fin del mundo.
Colombia no escapa a esta realidad, cuando a la par de los acontecimientos humanos se presentan incidentes en lo político y social, con olas de hambrunas, asesinatos en serie o masacres, guerras entre países por el poder territorial, escandalosa crecida del dólar, crisis económica, guerras internas, inundaciones, confusión en la reforma tributaria, y lo peor, el irrespeto a las cosas de Dios.
Aquí hay de todo como en botica, porque nuestro país es una «locombia» de remate, en donde los avivatos hacen de la suya con la especulación en la canasta familiar, corrupción política, la familia se desintegra, los vicios y otras secuelas se multiplican, el narcotráfico no da tregua y la injusticia social se dispara.
A todo ese embrollo de problemas surge una pregunta en el aire, sobre el futuro que le espera a nuestras futuras generaciones, por aquello de la descomposición social que Pulula al interior de nuestra sociedad, empezando por el núcleo familiar en donde no hay respeto por la autoridad de los padres, aumenta la inseguridad, los alimentos escasean y el fenómeno climático es un despelote natural que causa temor en los países del mundo.
Solo para los creyentes queda poner en manos de Dios toda la suerte de la humanidad, porque de acuerdo a los pronósticos bíblicos se acercan tiempos peores y posiblemente la extinción del mundo. Hay que orar con fe para que por lo menos el Divino Creador se apiade de esta locura humana.
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