La alta dirigencia uribista siempre ha conseguido incendiar y fragmentar el país alrededor de cualquier cosa; la orientación de género, los acuerdos de La Habana, el plebiscito, las objeciones a la JEP; y ahora, lo han logrado nuevamente, con la absurda polémica alrededor de un solo desmovilizado de las Farc, poniendo en el mismo rasero a la oposición y a los defensores del Estado de Derecho, que no de Jesús Santrich, con los guerrilleros.
Yo reconozco en Santrich al miembro de las Farc que más daño le ha hecho al proceso de paz, con sus desplantes a la opinión pública; en la memoria de todos los colombianos resuena, y aún nos arde, el estribillo de la canción, quizás, quizás, quizás, que cínicamente entonó cuando un periodista le preguntó si las Farc estaban preparadas para pedir perdón a las víctimas.
No obstante, con su actitud de poner a ese sujeto en el centro de la discusión, como un obstáculo sobredimensionado en la implementación de la paz, desde el Gobierno y la Fiscalía, bajo la nefasta orientación de Néstor Humberto Martínez, convirtieron a Santrich, y su extradición, en un pretexto para deslegitimar un proceso que simplemente no les gusta o no les conviene, exacerbando los ánimos con mentiras y bajo la excusa de daños a la institucionalidad.
Encuentro forzado cómo el uribismo y la derecha, cual adalides de la ética y la moral, se han apropiado del discurso de la lucha contra el narcotráfico, precisamente ellos, cuando varias de sus figuras siempre han estado bajo sospecha y tienen manchas en su pasado, por relaciones con carteles, oficinas y paramilitares.
Santrich, puede ser culpable antes y después de los acuerdos, parece que de eso no hay duda, pero de ninguna manera puede ser un elemento tan sensible como lo quieren hacer ver; ¿es un bandido? sí, pero un bandido más; y nos quieren enfrentar, poniéndonos a discutir sobre su inocencia o su culpabilidad; creando un sofisma de distracción, porque un proceso tan grande no puede estar en riesgo por tan poco.
La conclusión del sainete de la semana pasada, es que la Fiscalía, aunque de manera tardía, cumplió su rol, aportando las pruebas con las que la JEP no pudo contar. Los hechos son tozudos y muestran que dio vueltas innecesarias, para deslegitimar un acuerdo de paz que se ha afianzado y ha mostrado sus bondades.
Santrich es un mero artificio para que algunos sigan inventando la crisis y construyendo la hecatombe. Santrich es un pinche florero de Llorente, ciego y en silla de ruedas.