Cada vez que mi esposo y yo vamos a viajar en avión, él siempre toma el asiento de ventana, por lo tanto, a mí me toca el puesto del centro, es decir que tendré a un desconocido sentado bien cerca por unas cuantas horas, en un espacio pequeño. A mí, particularmente, la sola idea de la proximidad me “aterra”, pero sé que no hay de otra.
En la sala de espera, me pongo a observar a cada uno de los potenciales compañeros de viaje…Hay todos los personajes posibles.
Ya en el avión, mi esposo y yo vamos a nuestros asientos, no hay nadie en el puesto al lado mío, es decir aún no sé quién será mi compañero del vuelo de 2 horas y media.
Comienzan a desfilar los posibles candidatos y a medida que se van acercando yo voy pensando:
- ¡Oh no, esa no! –Es la señora con un bebé, quién lloraba a gritos en la sala de espera. Además, la señora tiene pañalera, juguetes, mantica…-No, no, que no sea esta la que estará a mi lado. Siguió de largo.
- ¿Pero esto qué es? –Veo un caballero con un “balde” de pollo frito y papitas, las manos untadas de grasa…No, que no sea éste, pues el olor a pollo y la idea de esas manos llenas de grasa me aterra. Siguió de largo.
- ¡Ah esa no parece tener nada así que pueda molestar el viaje! – La dama se acerca y mira el número del asiento vacío. Cuando está bien cerca le siento ese olor a perfume fuerte…No, que no sea ésta, pues esa fragancia fuerte durante dos horas y media puede marear a cualquiera. Siguió de largo.
-Camina por el pasillo una joven con un escote insinuante, unos pantaloncitos bien cortos y tacones altos. Camina como si fuera la pasarela, todos los hombres se voltean a mirarla, incluyendo mi esposo. Además de esto, va masticando chicle a un alto volumen, además va haciendo bombas que explota con los dientes… No, que no me toque al lado, pues el detalle del gran escote que me pone un poco incómoda más la “masticadera” de chicle, no creo que lo tolere por dos horas y media. Siguió de largo.
-Allá viene un caballero con un vaso de café… Va pasando y se le oye como sorbe ese café y luego hace “aahhh” (como de “sabroso”). Entonces es “slurp” y después “aahh” entre sorbo y sorbo. No, que no sea éste, pues esos ruidos no sé si los pueda soportar así sea por un ratico nada más. Siguió de largo.
Y así pasan otros posibles compañeros de viaje, los cuales noté en la sala de espera: el que lleva su computador portátil y tecleaba como si le tuviera rabia al teclado, el conversador que todo lo pregunta y todo lo comenta, el joven que tiene un kleenex en la mano y se anda soplando la nariz, y además de esto, tose.
-Ya al final, viene esta persona muy bien vestida, parece un ejecutivo, mira el número del asiento contiguo al mío. Nos sonríe a mi esposo y a mí. Pienso: “¡Perfecto! No lleva nada de comer, no huele a nada fuerte, no está bebiendo nada, parece estar bien de salud, no inmutó palabra…y además noto que inmediatamente se acomoda a dormir”, lo cual yo también hago, pues siempre me duermo en los aviones. Comienza a despegar el avión, yo cierro mis ojos e inmediatamente me quedo dormida. No han pasado ni cinco minutos, cuando me despierta un ruido muy fuerte en mi oído, un sonido constante y ensordecedor… Miro a mi compañero de viaje ¡Es él! Está profundo… y roncando.
A.Knightly-Díaz
19 de Noviembre de 2019