Lic. Anuar Cortázar Cáez
La ola de la pandemia que va para su tercer ciclo, el DANE revela que el desempleo no cede y la inflación refleja la debilidad de la demanda de los consumidores. Otras informaciones muestran el lado del sufrimiento humano que las frías cifras del DANE no revelan. Una encuesta realizada por de Bogotá Como Vamos en alianza con la Fundación Corona y la Cámara de Comercio encontró que en marzo el 29% de los colombianos pasó hambre, el 44% siente que sus ingresos no alcanzan para los gastos básicos; y en el 73% de los hogares, 3 de cada 4, por lo menos uno de sus integrantes perdió el empleo. Si eso pasa en las ciudades grandes como sucede en Bogotá, con seguridad que algo igual o peor está sucediendo en las demás ciudades, y ni pensar en la precariedad de la situación de quienes habitan los campos y pequeños poblados. La crisis humanitaria es extrema.
Es hora de poner dinero en los bolsillos de la gente para atemperar la situación social e intentar prender y echar andar la economía, único motor capaz de darle sostenibilidad a cualquier política social. Pues bien. Mientras desde Estados Unidos hasta Nueva Zelanda los gobiernos buscan financiar la lucha contra el desempleo, la desigualdad y el cambio climático con impuestos a los altos rangos de ingresos y a las grandes empresas y aumentos salariales, el gobierno prepara un paquete de medidas en vía contraria.
De una parte, viene reformas y otra reforma tributaria que consiste en una mezcla de medidas que no cumplen ningún parámetro de equidad, pero sí sustraen billones de pesos de los contribuyentes más vulnerables: la clase media y trabajadora, esa que ya no tiene suficiente para cubrir sus gastos. De otra parte, ya se tiene la cuota inicial de la reforma laboral con el decreto 1174 de 2020, vigente desde febrero, que permite al empleador contratar por horas, no cotizar seguridad social y registrar ese trabajo subestándar como trabajo formal, precarizando al extremo la relación laboral.
Por otra parte, la reforma pensional que está en el tapete de este maligno gobierno en exprimirle a los que le dedicaron más de 40 años de trabajo los van a gravar con impuestos, un tanque de pensamiento afín a la ortodoxia neoliberal hoy cuestionada en el mundo entero, propone una reforma pensional totalmente ajena a las necesidades y las condiciones de desigualdad del pueblo colombiano. Al eliminar el régimen de prima media de Colpensiones, cada individuo deberá construir su propia pensión como en los fondos privados que son prueba viviente de cómo muy pocos trabajadores logran la pensión de un salario mínimo legal. El Estado tendrá que hacerse cargo cuando se termine el fondo de ahorro solidario. Los únicos subsidios se destinarán a los ancianos indigentes que serán mayoría. Bajo la estructura de precariedad laboral actual, la reforma pensional asegura a los jóvenes de hoy la miseria en la vejez.
En materia de salud avanza en el Congreso una reforma que transforma a las Empresas Prestadoras de Salud en Empresas Aseguradoras en Salud. La consecuencia lógica del cambio de denominación es que cada persona deberá comprar su póliza de distintos niveles de cobertura, según su capacidad de pago. Adiós derecho, negocio puro.
Es el ciclón social que nos viene encima. En vez de redistribución, más desigualdad. Y después se preguntan: ¿por qué la gente va a salir a la calle este 28 de abril? Para protestar en contra de todas estas reformas sociales que van a desangrar al pobre colombiano.