El caso Lopetegui quedó visto para sentencia en un partido que corrió en muchas direcciones, pero en el que el Barça salió y acabó mejor y tuvo más puntería. El Madrid tiró un tiempo, se manejó bien un rato a contracorriente y acabó sucumbiendo con estrépito en su intento desesperado de remontada. El final del equipo blanco fue un esperpento y toleró la exageración del marcador. Se fue a la cama a siete puntos del Barça y con un resultado que hace insostenible al entrenador.
El de Lopetegui fue el plan de salvación que nunca existió. Un Madrid silente, sin emotividad, con jugadores tan achicados como su ánimo, compareció de salida sin ningún propósito de evitarle el patíbulo a su técnico. Lo vio Messi desde la grada, donde debió sentirse más prescindible que nunca. Bastó una presión expansiva y metódica del Barça para enjaular a un equipo sin entusiasmo ni juego, desatento atrás, suspenso en la creación y limitadísimo en ataque. El Madrid fue en la primera mitad tan inferior con la pelota como sin ella, abandonado por sus figuras. Y le sirvió un partido a placer al Barça, que sin pasar del trantrán dominó con claridad la escena y el marcador.
A los tres minutos recorrió 50 metros a la inversa Bale para interceptar con el pecho un envío a Jordi Alba, la puerta del vendaval. El galés se quedó en la muestra. Ocho minutos después Rakitic volvió a lanzar al lateral y ahí ya no estuvo Bale para servir de dique ni nadie para relevarle. Alba ganó la línea de fondo y su pase sencillo al segundo palo lo empujó a la red Coutinho. Al Madrid no le duraba la pelota ni antes ni después, rebasadas todas sus líneas por un adversario que fue a más por falta de oposición. En un rápido recorrido de atrás hacia adelante no se registró ni una subida de Marcelo, por la banda de Nacho entró el Barça en manada, Varane fue transparente e hizo un penalti (que existió, después de varias repeticiones, lance en principio para el que no se inventó el VAR pero en el que entró, posiblemente, por la trascendencia del partido, no por la literalidad de la norma), Ramos estuvo por debajo de Suárez, Kroos y Modric se vieron arrastrados por la onda expansiva, Benzema no ganó ningún balón dividido y Bale arrastró su desarraigo. El galés es un talento natural con envasado insular. La baja emotividad de su juego ha comenzado a resultar muy molesta para la afición del Madrid. También su falta de regularidad, el detalle que más le aleja del Cristiano que ya nunca será.
Al otro lado el Barça no necesitaba la iluminación artificial que le presta Messi, sobre todo cuando nada funciona. Esta vez, con un equipo plagado de centrocampistas, con Coutinho aceptando su papel principal y bajo el mandamiento del todos para todos, fue de menos a más en el partido.
Regalada la primera mitad, llegó el tiempo de las medidas desesperadas. Se fue Varane y entró Lucas Vázquez. Casemiro pasó a tercer central y el Madrid lanzó su contraofensiva desde un 3-5-2, para alagarse por las bandas y para cortarle el suministro a Jordi Alba.
La reacción y la debacle
Y de pronto, lo inesperado, un vendaval del Madrid que convirtió al Barça en un inválido. Otro dibujo pero también otra actitud. Un brote de amor propio que aplomó mucho al Barça. Más cuando la primera oleada dejó su ventaja en la mitad. Marcelo, en una jugada elaboradísima, marcó su tercer gol en tres partidos en posición de ariete. Y de inmediato, Modric estrelló en el palo un derechazo en el que a Ter Stegen no le alcanzó ni la vista. Fue el momento en que Isco, un jugador sin rutinas, le cambió al partido la suya. Y puso sobre la mesa que el Barcelona, sin la pelota, es un grupo en apuros, medio indefenso.
El Madrid fue llenando el partido de ocasiones desde las dos bandas y con el empuje de sus blindados, Kroos y Modric. Pero comenzó a exponerse a las contras. Una de ellas acabó en remate casi de escorpión de Suárez al palo.
enzema falló un cabezazo clarísimo a centro de Lucas Vázquez. Valverde metió a Semedo para intentar esposar a Marcelo. El Barça ya andaba en eso, en vivir de su ventaja inicial. Y el Madrid echaba de menos a Benzema y Bale para que el esfuerzo del resto ofreciera dividendos. Ahí también anda mejor el Barça, incluso sin Messi. Una contra de Sergi Roberto le sirvió a Luis Suárez, con un cabezazo lejano y en el que él puso más que el envío, para darle carpetazo al partido. Luego se ganó la roja por un planchazo a Nacho. Ahí el VAR se puso de perfil. La lesión de Marcelo fue la puerta del apocalipsis. Un Madrid desencuadernado encajó otro gol de Suárez, en error gravísimo de Ramos, y la guinda de Vidal. Fueron el epitafio del Madrid. Y, con toda seguridad, de Lopetegui.
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