Dicen con razón que el poder corrompe y que el poder absoluto corrompe absolutamente. Para la muestra el botón de la vecina dictadura de Venezuela, heredada directamente de Hugo Chaves Frías, quien en un acto de soberbia designó a su sucesor Nicolás Maduro, sin contar aún con la venia del pueblo.
El antiguo chofer de bus, no es tan bobito como parece y ha echado mano de las más pérfidas triquiñuelas maquiavélicas de que dispone la izquierda internacional, para someter al pueblo tonto.
La primera y principal ha sido la de seguir las teorías de Antonio Gramsci (1891-1937), un filósofo marxista, quien estudió el tema de la “Revolución Pasiva”, cuya principal hazaña consiste en la toma del poder, a través del control del sistema educativo, de las instituciones religiosas y de los medios de comunicación, “para que la clase dominada, se convierta en la clase dirigente y ejercite el poder político y se convierta en una clase hegemónica”.
La segunda triquiñuela de vieja data, es la de darle al pueblo todo regalado, para volverlo esclavo dependiente del régimen y en esa dirección se entregaba el combustible y otros bienes y servicios a ínfimos precios para mantenerlos alineados; es así como en contra de todas las previsiones, se sostuvo Chaves durante 14 largos años.
De igual manera lo hace el otro dictador Daniel Ortega quien lleva la bobadita de 15 años desde su retorno al poder, porque ya había sido presidente entre 1979 y 1990 y ahora para mayor desgracia designó a su esposa y también ex guerrillera Rosario Murillo, como vicepresidenta de Nicaragua desde el año 2017. Pero el record se lo lleva sin duda el barbudo Fidel Alejandro Castro Ruz, quien gobernó desde 1959 hasta el 2011, es decir 52 años y como le pareció poquito, dejó en el poder a su hermano Raúl.
Pero volviendo a Nicolás Maduro Moros, es increíble que uno de los países más ricos del mundo, tenga a sus nacionales en la hambruna más terrible que nadie habría podido imaginar y con una inflación de más de un millón por ciento y un salario mínimo de un poco más de $65.000 pesos colombianos mensuales, con el cual no vive nadie. De una desgracia similar nos salvamos eligiendo al Presidente Duque, a quien le tocó bailar con la más fea, por el desgreño que dejó Santos.
En la posesión del usurpador Maduro, solo vimos a quienes se han beneficiado del petróleo de Venezuela, haciendo las respectivas zalemas, como pordioseros ante Epulón, solo que de la riqueza del vecino, únicamente queda el recuerdo. Definitivamente el caso venezolano, pasó de maduro a podrido.