Ver pasar por el frente de mi casa a los hermanos Ramírez Herazo, con unas simuladas patillas pintadas con lápiz de ceja barato de esos que usaban las Vivánco, y una satinada golilla solferina al estilo Jhon Wayne, era la señal de que habían comenzado los carnavales en Magangué.
El bololó en honor al Rey Momo se iniciaba el 8 de noviembre y se extendía hasta el 12 del mismo mes. Periodo en el cual la gente gozaba y daba rienda suelta a su imaginación, puesta de manifiesto en llamativos disfraces que lucían en los diferentes bailes novembrinos escenificados en clubes de renombre, tales como: El Grill Monterrey de propiedad del reconocido comerciante Isaac Arana Castilla, El Night Club Los Cocos, La Caseta La Piragua, La Matecaña, cuyo asentamiento era el Parque de Las Américas, La Patacumbia de Jicho Larios y El Teatro Carmencita.
Pese a que la programación era excelente en todos los establecimientos antes mencionados, la gente de clase popular prefería las verbenas de capuchones llevadas a cabo en el desaparecido Teatro Carmencita. Todo el que asistía al Carmencita debía ir disfrazado, previo pago de un número de identificación que adjudicaba la Alcaldía Municipal a manera de control y seguridad.
A una de esas estrepitosas verbenas del renombrado teatro, llegaron los hermanos: Donaldo, Vidal, Emelda, Tule, Ernestina, Ludy y Julia Sánchez Martínez, a disfrutar sanamente de la temporada carnestoléndica. Ataviados de vistosas capas, capuchón y guantes con ornatos en lentejuelas e identificados con un monumental número hecho en cartulina y adherido a su espalda, los hijos de la finada Tule Martínez se adentraron al lugar desbordantes de entusiasmo y regocijo.
Bajo los acordes del Pick up al Compás del Reloj, que años más tarde se convertiría en El Watusy, y degustando Cerveza Costeña y Kolcana, los hermanos se dispersaron en el amplio salón. Tina y Ludy, engancharon a bailar con Leo Durán y el finado Álvaro Arévalo Baños, sus respectivos novios. Emelda la mayor, quedó en compañía de mis tías Juanita, Yolanda y Vicenta, bajo la custodia de Tule y Julia, las menores del clan. Donaldo en medio de los camuflados trajes, divisó a Georgina Lara, hermana de su después cuñado José Lara, y de un tirón la sacó a bailar el tema Los sabanales de Calixto Ochoa, que para ese año se constituía en el boom musical del momento. Mientras que Vidal, por estar comiendo fritos a las afueras del local, quedó fuera de base y a su regreso no tuvo más opción que sacar a bailar a una voluptuosa dama que coquetamente le guiñaba el ojo por debajo del vistoso antifaz.
Una tanda de más de diez temas bailados amasisadamente, fue el saldo del debut de Vidal. Quien acalorado por el ropaje y la extenuante jornada de baile, invitó a su misteriosa pareja a degustar de una refrescante Kolcana. Cuando la fémina se levantó el capuchón para adsorber el líquido, un tenue bozo engranujado de sudor, corroboraron que a Vidal le habían metido gato por liebre
Wilberto Peñarredonda
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