
La semana pasada la Corte Constitucional tumbó la prohibición del consumo de alcohol y drogas en los espacios públicos. El principal argumento del alto tribunal es que la medida viola el derecho al libre desarrollo de la personalidad y que las autoridades tienen otros medios para garantizar la tranquilidad en el espacio público.
El consenso es que estos espacios son para la realización de actividades lúdicas, recreativas y deportivas, en los que todos nos sintamos cómodos y seguros. ¿Por qué tenemos que compartirlos con consumidores de sustancias sicoactivas que representan no solo un mal ejemplo sino un riesgo potencial para la convivencia? ¿Por qué el libre desarrollo de la personalidad de una minoría se privilegia? El libre desarrollo de mi personalidad es pasear a mi perro en el parque, algo imposible cuando lo tienen tomado cinco jóvenes fumando marihuana toda la noche.
La Corte afirma que hay que elaborar políticas conducentes a combatir las drogas protegiendo la dignidad de los consumidores y sin violar sus derechos fundamentales. Estoy totalmente de acuerdo, pero regular los lugares de consumo no va en ese sentido.
¿Por qué los drogadictos terminan consumiendo en los parques? Porque en sus casas no los dejan hacerlo. Si algo es rechazado en un hogar, ¿porque debe ser aceptado en los espacios públicos? Si algo no se lo aguantan los familiares, ¿por qué debemos soportarlo los vecinos? Por años he escuchado que mis derechos llegan hasta donde empiezan los de los demás. ¿Hasta los aportes a la convivencia los debemos hacer quienes actuamos bien teniendo que tolerar los desmanes de otros?