Por la magnitud de la tragedia, cuya proporción aún no se puede calcular, pues el fuego sigue avanzando, el incendio en la selva amazónica ha despertado la conciencia ambiental colectiva. Las dramáticas imágenes de vida vegetal y animal arrasada desataron un movimiento mundial que, a través de las redes sociales, reclama acciones de protección para el llamado pulmón del mundo y que cuestiona al Gobierno de Brasil por no priorizar el tema. Las hipótesis apuntan a que el fuego habría sido provocado por manos criminales, con la intención de convertir vastas extensiones de selva en potreros para ganado y terrenos para cultivos.
Sin duda, hay que presionar acciones para proteger la selva amazónica y todos los recursos naturales. En un planeta cada vez más amenazado por la devastación humana, la conservación de los ecosistemas debe ser prioritaria.
Sin embargo, las acciones ciudadanas tienen que ir más allá de publicaciones en las redes sociales. Si bien visibilizar el problema es importante, el planeta requiere más acciones que palabras.
Los incendios en el Amazonas son muy graves y dañinos, pero también lo son las conflagraciones que se presentan en nuestros cerros, las basuras que terminan en nuestros ríos, las emisiones que contaminan el aire. Esto para decir que las personas no deben preocuparse únicamente por las grandes tragedias ecológicas, sino que deben ser conscientes también de los daños ambientales que causan a diario y que, por pequeños que les parezcan, suman al deterioro de los recursos naturales.
Los especialistas calculan que queda poco más de una década para tomar acciones que frenen el cambio climático, o el colapso ambiental será inevitable. Los gobiernos tienen que actuar, sí, pero si cada persona no aporta, será difícil lograrlo.