La aprobación unánime de proyectos de acuerdo, sin peros o cuestionamientos, así como la falta de control político, se han convertido en dos características del Concejo de Magangué. Las actuaciones de los corporados desde 2016, cuando arrancó el actual gobierno, merecen una sola expresión: “¡Que aburrimiento!”
Lo sucedido en las sesiones anteriores denota una cordialidad entre los cabildantes y la Administración Municipal que raya en la monotonía, y la cual augura (y se está viendo) un letargo que le caerá “divinamente” al alcalde Pedro Alí Alí, pero que pondrá a los magangueleños a bostezar y a dudar de los propios ediles.
La falta de discrepancia es una herida muy grave a la democracia, y las verdades absolutas hacen daños irreparables a las sociedades que inevitablemente se construyen a partir del discernimiento y el debate, el cual parece no se está dando en la llamada “Ciudad de los Ríos”. ¿Le habrán colocado mermelada al pan?
Los ciudadanos saben de la capacidad de algunos de quienes hoy ocupan un escaño en el Concejo –de los otros presumen-, por eso es raro y triste tanto conformismo.
Algunos se salvan, Roberto Tobío, Tatiana Gómez, Chadia Mejía, sin embargo hace falta un mayor control político.
Cuánta falta hacen en la Corporación Edilicia un Ever Rico o un Álvaro Echeverría que, aun cuando a veces molestaban por su “tonito” y en muchas ocasiones erraron en sus apreciaciones, les recordaron a los magangueleños que la política es el ejercicio de la discusión, por agria que esta sea, por encima de la mesa y de frente.
Una treta
Lo evidenciado durante la elección de los miembros de la Mesa Directiva del Concejo de Magangué para la vigencia 2019, fue para algunos más una clara muestra de oportunismo y de presión para lograr comer una tajada más grande del “pastel burocrático”, que una pelea, como aseveran algunos, con el primer mandatario local.
Dicen que las segundas oportunidades existen, lo ideal sería darle una a estos corporados, para ver si despiertan y se ponen a trabajar.