La viuda de Pablo Escobar asegura que antes de que alcanzara la adolescencia se enamoró perdidamente del hombre que se convertiría más tarde en un despiadado capo del narcotráfico, pero dice que se sintió violada cuando a los 14 años él la obligó a someterse a un aborto clandestino y que con el tiempo lo vio como un psicópata cruel.
Esa y otras revelaciones forman parte del libro «Mi Vida y Mi Cárcel con Pablo Escobar» en el que Victoria Eugenia Henao habla por primera vez sobre su vida junto a uno de los criminales más despiadados del mundo. Henao se describe en el libro más como una víctima de la violencia del jefe del cártel de Medellín que como cómplice de sus delitos.
En el epílogo, titulado «El secreto que guardé por años», Henao habla de cómo fue llevada por Escobar a una clínica desvencijada y se recostó en una camilla mientras una anciana le insertaba varios tubos plásticos en el útero. Dice que no sabía que estaba embarazada y que le dijeron que se trataba de una forma de prevenir un embarazo. En los días siguientes sufrió dolores intensos mientras expulsaba los restos del feto. Con el tiempo y mucha terapia, dice, comenzó a ver la experiencia como una «violación».
Escribe que se sintió «paralizada» de miedo la primera vez que Escobar tuvo relaciones sexuales con ella. «No estaba preparada, no sentía aún la malicia sexual, no contaba con las herramientas necesarias para entender lo que significaba ese contacto íntimo e intenso», dice.
Hablando sobre el aborto, algo que ella no le había revelado ni siquiera a sus hijos, hasta ahora, dice: «Tuve que conectarme con mi historia y sumergirme en las profundidades de mi alma para encontrar el coraje suficiente que me permitiera revelar el triste secreto que había guardado durante 44 años».
Henao dice que decidió romper su largo silencio y escribir el libro de 523 páginas con la esperanza de que las jóvenes generaciones de colombianos vean cuánta sangre se derramó en Colombia por el tráfico de cocaína.
Pero también es un relato apasionante que provee una mirada íntima a la acelerada evolución de Escobar de ladrón de tumbas a uno de los fugitivos más buscados en el mundo.
Henao dice que conoció a Escobar cuando ella tenía 12 años. Ella provenía de una familia tradicional en el distrito de Envigado, cerca de Medellín, y desobedeció a sus padres al enamorarse de Escobar, el hijo de un custodio pobre, que le llevaba 11 años.
Durante un cortejo que llevó al matrimonio cuando Henao tenía apenas 15 años, Escobar la llenó de regalos, como una bicicleta amarilla, y le cantaba serenatas románticas.
«Él me hacía sentir que era la princesa de un cuento de hadas y yo estaba convencida de que él era mi príncipe añorado», escribe.
Pero desde el comienzo hubo ausencias largas y no explicadas de la casa, y él a menudo coqueteaba con otras mujeres. A medida en que Escobar comenzó a amasar su fortuna, se volvió más manipulador y paranoico.
Henao insiste en que ella desconocía los detalles de sus actividades criminales y que escapó del «infierno» de vivir con Escobar creando un mundo alternativo dedicándose a sus dos hijos y a coleccionar obras de arte caras de artistas como Rodin y Dalí.
Tras el asesinato en 1984 del ministro de Justicia de Colombia, Rodrigo Lara, a manos del cártel de Medellín, Escobar se fue a la clandestinidad y lanzó una sangrienta guerra contra el Estado que incluyó el asesinato de un candidato presidencial y la explosión de un avión comercial. En gran parte de la década siguiente, hasta que Escobar murió en 1993 en un tiroteo con la policía, los contactos de la familia con el capo de la droga se limitaron a breves visitas a casas de seguridad a las que Henao y sus hijos llegaban con los ojos vendados y era escoltados por el ejército de asesinos de Escobar.
En una entrevista el miércoles con la W Radio de Colombia antes de la publicación el 15 de noviembre del libro, Henao comenzó disculpándose con los colombianos por los daños causados por su esposo a la Nación. Refiriéndose a él durante toda la entrevista como «Pablo Escobar», dijo que sentía una mezcla de dolor, vergüenza profunda y desilusión con el hombre que fue el amor de su vida.
«Yo elegí soportar todo este dolor por proteger a mis hijos», dijo.
Tras la muerte de Escobar, Henao comenzó una desesperada busqueda de asilo, temiendo que los numerosos enemigos de Escobar tratasen de tomar venganza y matar a sus hijos. Tras ser rechazada por varios países se asentaron en Buenos Aires y se cambiaron los nombres.
Allí, su intento de llevar una vida relativamente normal fue interrumpido cuando fueron arrestados en 1999 por lavado de dinero. Fueron acusados de nuevo este año de ayudar a un narcotraficante colombiano a esconder dinero en bienes raíces en un café conocido por sus recitales de tango. Henao niega las acusaciones y dijo que de nuevo ella y sus hijos son acusados injustamente debido a su antiguo apellido.
En el 2009, el hijo de Escobar, Juan Pablo, que ahora se llama Sebastián Marroquín, fue el centro de un documental en el que trata de expiar los crímenes de su padre reuniéndose con los huérfanos de Lara y de otra víctima prominente del cártel. La película dejó absortos a los colombianos y desató una mirada más desapasionada al papel de Escobar en las guerras de las drogas de los ochenta y los noventa.
Pero con la proliferación de libros, la exitosa serie de Netflix «Narcos» y recorridos de los antiguos sitios controlados por Escobar en Medellín, algunos temen que el capo esté siendo glorificado por jóvenes colombianos que no vivieron durante su era.
E incluso un cuarto de siglo tras su muerte, no todo el mundo está dispuesto a perdonar.
Escribiendo recientemente en el periódico El Mundo, la popular columnista María Isabel Rueda dijo que el libro de Henao «para muchos es la disculpa no de una víctima, sino de una señora sinvergüenza que sabía perfectamente que ella y su familia nadaban en ríos de oro precedidos por un chorrero de muertos».