En 1951 se rompieron las relaciones diplomáticas entre los dos Estados por múltiples razones, pero básicamente por el nombramiento de obispos, en los cuales China de Mao Tze Dong quería ser el artífice del nombramiento por considerar que de lo contrario sería una injerencia en los asuntos internos de China. El régimen comunista de Mao no tenía más de 4 años después del triunfo de la revolución.
Pero el desacuerdo provocó una especie de cismo (sin serlo en realidad) ya que siete obispos fueron excomulgados por el Vaticano por haber aceptado el nombramiento del gobierno. Con el tiempo, llegaron a existir por lo menos 60 obispos de una iglesia colateral católica y unos 30 nombrados por el papa que actuaba en la clandestinidad.
El hecho marca una nueva era en la Iglesia de China, porque el papa Francisco ha llamado a la unidad, restañando viejas diferencias de tipo político, que no dogmático. La importancia para la Iglesia católica es innegable, ya que existen 12 millones de católicos y 40 millones de cristianos en China, proyectadas para el año 2030 en 247 millones de creyentes, lo que significaría la mayor población cristiana en un país en el mundo. Pero la apertura diplomática también tiene sus contras, como es que Taiwán está reconocida por el Vaticano y seguramente tendrá que levantar su sede diplomática o nunciatura. Recordemos el principio de que solo existe una sola China.
El futuro de crecimiento de la Iglesia Católica está precisamente en Oriente. El 12% del colegio cardenalicio proviene de esa parte del mundo y el papa Francisco ha demostrado una vez más su clara visión pastoral y de relaciones internacionales para expandir la Iglesia católica en el orbe, ante la crisis de ella en Occidente.
Para los católicos chinos significa un ejercicio libre de sus creencias religiosas, acorde con la actual expansión universal del enorme país que será seguramente, con los Estados Unidos la potencia económica más grande de la tierra. El papa pasará a los anales de la historia diplomática del Vaticano, como quien trabajó por situar a su iglesia en el tiempo presente.