Lic. Anuar Cortázar Cáez
El fútbol desata pasiones. Y en el caso de algunos equipos de fútbol, el sentimiento y las emociones superan a la actividad deportiva para convertirse en un acto social.
Cuando se canta conjuntamente el himno, se entra en un campo de fútbol precioso, se sienten los colores y comienza el partido, las emociones se contagian colectivamente. Se siente alegría, miedo, enfado, tristeza, sorpresa, … todo el repertorio emocional básico. Un pueblo entero vibra con su equipo.
Es palpitante la pasión por el futbol suscita una amalgama de emociones. No en vano es considerado el deporte de las multitudes y factor de integración de todas las sociedades. Como dato curioso la FIFA estima que cerca de 5.000 millones de espectadores en el planeta estarán siguiendo por televisión las transmisiones de la cita futbolística Qatar 2022.
En ese orden cobra relevancia la capacidad de convocatoria que tiene esta disciplina deportiva y por ende la intensidad con que muchos de sus aficionados viven los partidos, dando lugar a que la pasión se desborde y llegue a extremos inimaginables asociados comúnmente a estados emocionales intensos, al punto de poner en riesgo la vida.
Tal el caso del hincha de la selección Argentina que murió infartado luego de la derrota ante Arabia Saudita. Y cómo no mencionar al
aficionado de Gales, quien, pese a que murió por causas naturales, muchos aseguran que su deceso tuvo que ver con la derrota de su selección ante Irán en el mundial de Qatar.
Más allá de la pasión, donde dicho sea de paso juega mucho el patriotismo futbolístico, la euforia, la ira, la ansiedad, el dolor, la frustración, son apenas algunos de los sentimientos que dan rienda suelta los aficionados y que, de no gestionarse con inteligencia y sensatez, a la postre podrían desencadenar en un desequilibrio con notables repercusiones en términos de bienestar físico y psicológico.
Sobre esa base resulta oportuno mencionar que después de 3 años de investigación científicos de la universidad de Coímbra, en Portugal, examinaron el nivel de pasión de 56 aficionados -54 hombres y 2 mujeres- en edades entre 21 y 60 años, concluyendo que los circuitos cerebrales que se activan en los fanáticos por el futbol son semejantes a los que se perciben desde la experiencia del amor romántico o de pareja.
Llegó la hora de racionalizar nuestra inteligencia emocional a fin de gestionar de manera adecuada sentimientos positivos y negativos evitando a toda costa reacciones sobredimensionadas, pues a fin de cuentas a alguien, a quien verdaderamente le gusta el fútbol nada le importa quién gana o quién pierde, porque solo el verlo jugar es un gran y bello espectáculo tal y como lo expresara nuestro ilustre escritor Gabriel García Márquez.
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