(Me quedo con la gente que se deja cautivar por el sentimiento y el pensamiento a la vez, que cultiva las expresiones del cuerpo y del espíritu armónicamente; haciendo el corazón con la mirada y rehaciendo con el amanecer la pasión por vivir, desviviéndose por revivirse cada noche)
I.- EL MUNDO DE LAS EMOCIONES
Cada ser humano es un ser viviente de esta tierra
y todo lo que hace y busca lo colma de pasiones,
que derraman anhelos, sentimientos y emociones,
eso que los poetas claman como glorias entrantes,
ya sean al gozo o al dolor, a la alegría o la pena.
Vivir por sí mismo es una carga de emotividad;
viendo llorar a los demás uno ha de conmoverse,
porque ha de poseer más corazón que organismo;
también tras el gemir suele sorprendernos la risa,
que atemoriza el invierno del semblante humano.
Dejémonos reconocer por el deseo o el rechazo,
pues si la razón nos hace, la pasión nos conduce,
reconduciéndonos al valor del amor y del amar;
bajo esa tierna donación que humaniza impulsos,
y sobre ese eterno acogerse y recogerse en Dios.
II.- LAS EMOCIONES DEL MUNDO
Nuestro mundo está profundamente entristecido,
el muro entre ricos y pobres cada día crece más;
las tercas actitudes de dominación nos eclipsan,
los tipos se desprecian y no aprecian la variedad,
el grito del destronado molesta y no se restituye.
Nuestras sociedades se mueven entre el terror
y el desconcierto, haciendo culto a una cultura
que magnifica a los fuertes y humilla al débil,
forjando la vibración de un espíritu depravado,
que todo lo confunde y en el desamor lo funde.
Reaparezcamos para sentirnos familia de verdad,
enternezcámonos ya y entronquémonos entre sí,
volvamos a injertar el aire del entusiasmo en vena,
vayamos hacia esa vida que dona vida en manojos,
con la mirada caída y la piedad del abrazo firme.
III.- EL CORAZÓN DE MARIA
A la vera de tu pulso nos oímos, Madre de Dios
y nuestra; porque sé que escuchas los sufrimientos,
nos entiendes y atiendes a nuestras invocaciones,
para que cese la contienda entre el bien y el mal,
entre la luz y las tinieblas que invaden al mundo.
A tu inmaculado corazón me elevo en la emoción,
este nuestro mundo humano requiere de tu fuerza,
para despertar un tiempo nuevo que nos fraternice,
y lograr adormecer nuestras propias desventuras,
cimentando un refugio contra todas las pobrezas.
Cuánto nos lastima esta frialdad que nos resguarda,
ausente de compasión y muy sobrada de abandono;
¡qué tu clemencia, Reina de la paz, nos de ese calor
de hogar, para poder digerir lo astral de lo terrenal,
pues ser malvado es fácil, lo difícil es ser ecuánime!
Víctor CORCOBA HERRERO