¡Qué grande diferencia entre un concepto y otro! Muchos creen que es lo mismo. Pues, sabe amigo lector, que no. La religiosidad se traduce en ritos, cultos, ceremonias y un cierto animismo, es decir, darles culto y veneración a cuadros, sortijas, amuletos para obtener la buena suerte. Pudiéramos decir: el que reza y peca empata.
La religiosidad, con frecuencia, no incide en la conducta humana. Muchos cristianos creen serlo por llevar símbolos e imágenes, olvidando que la mejor y mayor imagen de Dios es el hombre. “No es el que dice: ¡Señor, Señor! El que entra en el Reino de Dios, sino el que hace la voluntad de mi Padre”, nos dice Jesucristo. No son los aleluyas y los “gloria a Dios” lo que identifican a un cristiano.
La fe cristiana se traduce en la vida; de lo contrario no se es seguidor de Jesús, el Cristo. El juicio de Dios al final de tu vida terrena no versará sobre lo que tú has orado, sino por el amor que tú has dado. “Al final de la vida se te juzgará del amor”. Muchos “cristianos” han falseado el Evangelio reduciéndolo a aleluyas, gritos y música estridente. Creen que por más gritar, Dios los va a oír. Lo que impacta de la persona enamorada de Jesús es su vida, es su conducta. Para el Señor Jesús no cuentan las palabras, cuentan las obras. Así nos lo describe en los relatos del juicio particular y final de los hombres y, en general de la humanidad. Reducir la fe a fórmulas, ritos y reuniones esquizofrénicas, es la mayor tergiversación del Evangelio. Convertir a Cristo en una mercancía, es el mayor insulto al Evangelio.
Una mera religiosidad, es inofensiva e inocua en la conducta humana. La fe es el encuentro con una persona, no con un objeto o amuleto. No hagas de Cristo un “idiota útil” a tus caprichos mezquinos y libidinosos; no acomodes el Evangelio a tus intereses personales. No invoques a Dios para que te vaya bien en tus negocios, invócalo para sentir su amor y actuar en concordancia con su Palabra. Si eres cristiano, muéstralo en tu vida antes que con tus palabras.
A mí me aburren y me fastidian las personas que parecen resentidos, obsesivos anunciando a Jesús, generando un proselitismo molesto. ¡Qué cosa tan aburridora encontrase en el bus, en la calle, con esos fanáticos que se parecen a los mercaderes intensos ofreciendo un producto! ¡No lo dejan a uno en paz! Y qué no decir de aquellos que van de casa en casa ofreciendo un Cristo a su medida, en concordancia con la petición del cliente. Tocan el corazón y luego tocan el bolsillo. No olvidemos que la corrupción empieza por el bolsillo como decía el papa Francisco. Todo cristiano es religioso, es decir tiene símbolos que, de alguna manera expresan su fe; pero no todo religioso es cristiano. La religiosidad popular, está cargada de símbolos materiales y con alguna frecuencia, desvirtúa la hermosura de la fe en Jesucristo, ésta exige un cambio de conducta. La fe no se argumenta, la fe se vive.