El país se debate hoy entre saber si le apuesta a la generación de energía con el proyecto de la hidroeléctrica de Hidroituango o la conservación y preservación del medio ambiente con el cuido de los recursos naturales, en peligro hoy por la construcción de esta presa.
Con la hidroeléctrica, la apuesta es generar por lo menos el diecisiete por ciento de la energía que se consume en el país, que no es malo pero que debido a los problemas que se han presentado con la construcción de la represa, hoy está en el ojo del huracán de los colombianos y en la mira del mundo entero.
Hoy no se pueden desconocer de ningún modo los inconvenientes técnicos que ha tenido la obra, ni tampoco los daños ambientales que la misma ha generado.
Aunque estaba previsto que el río perdería gran parte de su caudal –y la medida se tuvo que tomar cuando su nivel era uno de los más bajos–, lo visto, no obstante los esfuerzos de 700 personas contratadas para salvar las especies, es muy impactante.
Hoy, cuando cada vez más la humanidad está tomando conciencia de la defensa del planeta, ver un río, el segundo del país, con más de 6.000 peces muertos entre su esqueleto –aunque más de 15.000 fueron salvados– es triste y desalentador.
Además de que es ambiente propicio para la crítica de quienes, con razón o no, están en la otra orilla del proyecto.
Es una gran verdad que duelen los daños ecológicos, los cuales de acuerdo con las apreciaciones de los que saben, serán muy difícil de reparar en el corto tiempo con el consiguiente daño no solo al medio ambiente sino a las comunidades que habitan a lo largo y ancho de esa fuente hídrica.
También es cierto que mientras no existan fuentes de energías renovables, obras como estas y pese a sus fallas son más que necesarias para la generación de energía y por consiguiente para el desarrollo de la nación.
Que hubo fallas en su construcción y diseño, parece ser cierto y se le oculto al país y es por eso que debe haber las correspondientes investigaciones técnicas y el castigo ejemplar para los responsables de las mismas, pero esto debe hacerse sin ningún tipo de apasionamientos pero sí con mucha responsabilidad y reparar a quienes han resultado afectados, para que se conozcan los responsables y que paguen por sus equivocaciones.
Pese a estas apreciaciones y como colombianos que somos todos, hay es que desear que todo concluya lo mejor posible por el bien del país.